Idoia Campoy

Parar para avanzar

Cartel rosa con la frase 'No molesten que esto hay que ponerlo de nuevo en pie', simbolizando la importancia de darse permiso para parar y reconstruirse.
A veces, la declaración de intenciones más poderosa es ésta. Un cartel para el mundo y, sobre todo, un permiso para ti. La reconstrucción necesita su propio espacio.

Parar no es rendirse. Es el primer paso para volver a ponerte en pie.

 

Como canta la gran Vanesa Martín en su canción Descubrí:

“A veces la vida improvisa, te desordena y te desborda las tintas.”

Y es que hay ocasiones en las que la vida nos sacude. Nos desordena por dentro y por fuera, nos cambia los planes, lo mucho o poco que tenemos, lo que somos.

Son momentos en los que todo se sale del guion y tenemos la sensación de que hemos perdido el control. Que es algo o alguien externo, incontrolable, el que hace y deshace a su gusto. Sin saber muy bien cómo ha pasado, lo único que sientes es que ya no mandas tú.

Son momentos de gran incertidumbre que llegan cuando más tranquilos estamos. Como cuando, después de una semana de estrés, llega el parón del fin de semana y enfermamos. Porque nuestro cuerpo ha bajado las defensas y ha tomado el control. Ha decidido hablar. Y lo hace a través del dolor, del cansancio o de esas ganas inmensas de llorar sin motivo, fruto de lo acumulado. Solo para pedirnos que paremos, que descansemos. Para decirnos: “hasta aquí” o “paras o te paro”.

Parar para sanar

Cuando la corriente te arrastra

Seguro que tú, igual que yo, has pasado por momentos así. Momentos en los que te sientes desbordado, en los que has hecho todo lo humanamente posible, pero los resultados no han sido los deseados. Momentos en los que el ruido interior crece, el cuerpo se tensa, el sueño se escapa y la mente se llena de pensamientos que giran en bucle. Todo parece un caos sin dirección. Pero ese caos, aunque duela, también es parte del proceso.

Nos han enseñado a resistir, a nadar contracorriente, a no rendirnos. Pero hay veces en las que luchar solo te agota más. Lo aprendí en un curso de socorrismo: si una corriente te arrastra, lo peor que puedes hacer es pelear contra ella. Lo mejor es dejarte llevar hasta encontrar un punto firme donde agarrarte y salir.

Ante un torbellino, no se sobrevive resistiendo, sino manteniendo la calma y dejándose fluir.

En la vida funciona igual. Cuando todo te supera, cuando ya lo has intentado todo y sientes que no puedes más, deja de luchar. Permítete flotar. Busca ese punto de amarre: una amistad, un profesional, un momento de calma, un espacio seguro. Desde ahí podrás recuperar fuerzas, tomar impulso y comenzar de nuevo.

Parar es prevenir. Parar es cuidarse

Nos da miedo parar. La sociedad nos ha hecho creer que detenerse es fracasar. Que si no estamos produciendo o avanzando, no valemos. Pero no es así.

Parar no es fracaso. Fracaso es no intentarlo, y tú lo has intentado mil veces.

Parar no es renunciar, sino confiar. Confiar en que tienes dentro los recursos para sanar, para reponer energías, para reconstruir desde la calma.

Parar es escucharte, observarte, centrarte en el aquí y el ahora. Es el primer paso para volver a ponerte en pie.

Yo tardé en aprenderlo. Ignoré las señales de mi cuerpo y acabé pagando el precio: demasiadas intervenciones quirúrgicas, meses de recuperación, frustración… Hasta que entendí que parar no era un lujo, sino una necesidad. Que mi cuerpo no me traicionaba, sino que me estaba gritando algo que yo no quería escuchar. Desde entonces aprendí a honrar mis pausas, a reconocer que el silencio también es acción y que descansar también es avanzar.

Y por eso quiero compartirlo contigo: para que tú no tengas que aprenderlo desde el dolor.

La importancia de pedir ayuda y darse permiso.

Todos necesitamos un punto de apoyo. A veces es una conversación honesta con alguien cercano, otras es la mirada profesional de quien puede acompañarte a ver lo que tú no ves.

Reconocer que tú solo no puedes no te hace débil, te hace humano.

Pedir ayuda es una forma de amor propio. Es reconocer tus límites y abrir la puerta a una versión más consciente de ti mismo.

Y eso, lejos de restarte fuerza, te la devuelve multiplicada.

De vez en cuando, deberíamos colgar el cartel de “Ocupado”, “En reformas” o “Actualizando versión”.

Permítete el lujo de parar sin culpa.

De decir “hoy no puedo”, “hoy necesito descansar”, “hoy quiero escucharme”. Esa honestidad contigo mismo es el punto de partida de cualquier cambio verdadero.

Porque detenerse también es avanzar

Es el espacio donde el alma respira y la mente se reordena. Donde nace la claridad que había sido tapada por el ruido del hacer constante.

Hacia una nueva versión de ti

Cada pausa es una oportunidad para reconstruirte desde otro lugar.

No se trata de volver a ser quien eras, sino de descubrir quién eres ahora

Las crisis nos transforman, nos limpian, nos reordenan. Y cuando decides ponerte en pie de nuevo, ya no eres el mismo: eres más sabio, más consciente, más tú.

Así que, si hoy sientes que no puedes más, recuerda: no tienes que hacerlo todo, ni hacerlo ya. Solo necesitas respirar, soltar y confiar. Porque lo que hoy parece un final, tal vez sea el comienzo de tu nueva versión.

Y tú,

Cartel rosa con la pregunta: '¿Cuándo fue la última vez que te diste permiso para parar?', invitando a la reflexión sobre el autocuidado.
Esta es la pregunta que te lanzo. La que nos obliga a mirar hacia adentro. ¿Cuándo fue la última vez que te diste permiso para parar? Tu respuesta es el inicio de todo. Te leo en comentarios.

 

 

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